Estoy aquí. Otra vez. Esperando por mi papá. Hoy tenía consulta con su médico pero nos mandaron a emergencia. Mi papá no está bien.
Esta es prácticamente nuestra 2da casa. Ya las enfermeras lo reconocen, ya saben su nombre y lo tratan con cariño. Pero sé que eso no lo pone feliz.
Venir a este lugar es triste, deprimente. Nadie se ve contento aquí, todos tienen miradas apagadas, miradas que indican que saben que lo que tienen es complicado, que esto es un duelo y que el más fuerte gana.
Lamentablemente las fuerzas se nos tan acabando. Hablo por mi papá, por mi familia y tristemente por mi.
Yo que soy la “más fuerte” de los 5, la que ha estado optimista frente a toda esta revolución que llego a principios de este año, la que trata de subirle la moral a mi viejo cada vez que se derrumba. Yo. Es complicado seguir siendo así. Veo que él ya no quiere luchar, ya no quiere seguir adelante, ya no quiere más y yo, con mis palabras de aliento y mi optimismo no somos suficientes.
Quisiera que todo el dolor por el que mi viejo esta atravesando me lo den a mi si es que se pudiera. No sé que cosa hacer para que este tranquilo, para que no se queje, para que vuelva a ser mi papá, ese gordito bonachón que era lo máximo y que jamás se daba por vencido. Ese papá ya no está más y yo lucho cada día por traerlo de vuelta pero cada día eso se complica. Y yo me siento inútil. Porque no puedo atenuar su dolor, no puedo reconfortarlo como se debe.
Desde hace unos meses, se invirtieron los papeles, mi papá es como un hijo al que tenemos que atender, cuidar, darle de comer y algunas veces vestir. Él se siente inútil por eso. Acostumbrado a valerse por si mismo, le jode que ahora tenga que depender de nosotros para su día a día.
Complicado para el y complicado para nosotros que tratamos de encontrar alguna forma de verlo feliz, sin dolor por un día y que esos días lleguen a nosotros como cuentagotas.
Sus tratamientos cada vez los siente más, se siente débil, no quiere comer, ni puede dormir. Díganme si eso es vivir.
Ya no se qué hacer y me siento frustrada. Me siento como metida en un hoyo del que cada vez que encuentro alguna forma de salir, me echan más tierra y me dejan en el fondo, en la oscuridad. No imagino lo que mi papá debe o debió sentir en todo este proceso. No quiero imaginarlo.
Ya tiene que regresar de sus ecografias, radiografías y demás exámenes que le han pedido. Hoy se quedara aquí, en este lugar triste por 3 días hasta que se siente un poquito mejor y le vuelvan a hacer su tratamiento. Y todo vuelva a empezar.
Yo seguiré pensando en como ayudar, que hacer y sobre todo qué decir sin chillar como mariquita.
Ser fuerte como un león es lo único que queda.